domingo, 19 de mayo de 2013

Evaluación


Necesidad de evaluar y no clasificar.


Diversidad de posturas ante un nuevo método evaluativo.

Desde que hemos sido muy pequeños, hemos sufrido la incertidumbre y la ansiedad que suponía el hecho de que nuestro profesor dijese nuestros nombres y la nota que habíamos sacado en el último examen. Todo formaba parte de un mismo proceso. El pasar de un curso a otro se resumía principalmente en la cantidad de aprobados que se conseguía durante el curso y en la lejana visión valorativa que esto suponía.

Recordaremos todos que en los antiguos boletines de notas, en los que aparecían los queridos “progresa adecuadamente” y sus correspondientes “destaca” y los no tan apreciados “necesita mejorar”, un apartado reservado para una categoría que se titulaba “observaciones”. En ese espacio rara vez aparecía algo escrito, una pequeña aportación para poder conocer el nivel de progreso completo del alumno, un diminuto extra que aportaba más claridad a todas estas acepciones que rememoramos con tanto cariño.

Pero hoy en día es diferente. Incluso los “progresa adecuadamente”, independientemente de ser calificaciones en sí, aportaban una visión administrativa de la evaluación del escolar durante su etapa en primaria. Sin embargo, la calificación en la etapa primaria ha cambiado radicalmente a raíz de las últimas legislaciones: la palabra “suspenso”, con toda la carga emocional que trae consigo dicha palabra, ha aparecido en los boletines informativos del progreso de los niños. Ahora un niño no “necesita mejorar”, ahora un niño está suspenso. Ha suspendido todas aquellas competencias en las que se supone que su desarrollo cognitivo está preparado para abordar. Cuando un niño suspende la asignatura de matemáticas, no solo necesita mejorar, también nos cuenta que el niño no es capaz de superar esta etapa para la que se presupone que estaba preparado cognitivamente. Entonces, ¿cuál es la verdadera naturaleza de las calificaciones?

Si queremos poner en tela de juicio esta acepción, primero debemos de ver la otra cara de la moneda: ¿qué es en sí la evaluación? La evaluación consiste en un proceso positivista que aúna en su definición la concepción de otros significados con un valor en sí que no posee la calificación. La atención a la diversidad, la calidad y la crítica constructiva, la democracia y la solidaridad en contraposición a la competitividad que genera la calificación, el individualismo y la objetividad por enumerar algunas. Pero tras hacer esta afirmación nos surge otra duda, ¿cómo conseguir generar una evaluación individualizada dentro de un contexto cooperativo? 

El trabajo en grupo favorece la cooperación y la solidaridad.
Por supuesto que es más complicado atender a la individualidad cuando un grupo coopera en busca de la resolución de un problema. Ángel Fidalgo en su texto Evaluación por Competencias, nos redacta una serie de aspectos que debemos abordar cuando tenemos la necesidad de realizar una evaluación justa de un grupo de forma que atendamos a esa percepción del individuo sin atentar al producto producido. Tras realizar una elaborada crítica a los escritos legales sobre las competencias cooperativas, Ángel llega a la conclusión de la acertada utilidad de las nuevas tecnologías y todo aquello que nos pueden ofrecer a la hora de realizar dicha evaluación.

Podemos concluir de esta forma que la calificación es lo opuesto a la evaluación, y que calificar lo único que genera es competitividad, etiquetado y sumisión por parte de los docentes hacia sus alumnos y que deja a un segundo (o inclusive nos atreveríamos a decir tercer plano) al aprendizaje que el niño ha adquirido. El alumno es el único capaz de conocer y de esta forma, asimilar los conocimientos o las competencias que se le proponen. Nuestra misión como “guías del aprendizaje” de estos jóvenes es la de encauzar por el camino correcto a los alumnos si se desvían o si están tomando el rumbo equivocado.

La experiencia en el campo educativo es esencial.

Para la elaboración de este bloque hemos contado con la ayuda de Soledad de la Blanca, catedrática de la Universidad de Jaén a la que le hemos realizado una pequeña entrevista:

Comenzamos la entrevista con una cuestión demoledora y de empaque: ¿es la calificación igual a la clasificación? A lo que Soledad nos responde con lo siguiente:
Podríamos asumir esta igualdad. La calificación conduce a un proceso clasificatorio en los alumnos en función de la “nota" que se haya obtenido en un control, revisión de un trabajo, étc. El hecho de que se califique cualquier producción del alumno de forma cuantitativa (7, 8, 3 o 5, o notable, sobresaliente, suspenso…) conduce inevitablemente a que se entienda tanto por parte del profesor como de los alumnos que hay alumnos que “saben” un 7, un 8 o un 3 y que lleve incluso a concebir que esto supone que son “más o menos listos”. De esta forma se crea un universo de clasificación dentro de cada clase con categorías estancas que difícilmente son superables por el alumno y que impide “mentalmente” el paso de una a otra.

Soledad comienza con una acusación directa a la calificación. Desde este punto de vista, es completamente aberrante el uso de la dimensión cuantitativa para hacer referencia al grado de inteligencia de una persona, porque no nos olvidemos: son pequeños e inexpertos, pero los alumnos son personas completas, con sentimientos y al igual que no podemos medir de manera cuantitativa la belleza o el amor tampoco deberíamos medir la inteligencia como si de cantidades físicas se tratase.

La siguiente pregunta que le formulamos es la siguiente: ¿cree realmente necesario el hecho de calificar?
Por supuesto que no. Creo totalmente necesario el hecho de evaluar el proceso de aprendizaje del alumno y también el proceso de enseñanza del profesor.

Los alumnos no son productos, sienten y son diferentes.
Tras volver a recalcar la necesidad de una evaluación completa e individualizada del alumno, le volvemos a formular otra cuestión: ¿por qué se califica con notas si realmente no se puede saber lo que cada uno aprende a no ser que sean cosas muy específicas y de memoria?
Porque es una forma “fácil” de obtener una información sobre el alumno. Además el proceso de “calificación” está en consonancia con el proceso de enseñanza y la metodología y tipo de “actividad” que los alumnos desarrollan en clase.
La forma de “enseñar” a los alumnos se centra básicamente en la explicación por parte del profesor y en la realización de ejercicios de repetición de los contenidos expuestos por el libro. Esta forma de proceder desde el punto de vista metodológico conduce a un modelo de evaluación limitado y cerrado que se basa en calificar los contenidos “estancos” que el alumno ha aprendido.

La calificación por lo tanto está asociada a metodologías anticuadas que no funcionan de forma coherente. Como nos comenta Santos Guerra en su escrito “Características de una organización que educa” (1997), y que es aplicable tanto al alumno como al centro educativo, una de estas cualidades que hacen a un centro o metodología educativa es la racionalidad. El atender a la racionalidad le otorga un aspecto educativo que cualifica con menor o mayor importancia unos ámbitos de otros cuya importancia curricular no se corresponde. Por lo tanto, si la calificación fomenta aspectos negativos, ¿es lógico seguir utilizándola por parte de la administración? La siguiente pregunta que le formulamos a Soledad es la siguiente: ¿es mejor evaluar en un solo examen o evaluar el proceso?

Por supuesto que no. Calificar a través de un examen elimina toda la riqueza que encierra el proceso de evaluación de un alumno así como las posibilidades de que valoremos a cada alumno desde su nivel de conocimientos, habilidades, actitudes, etc.

La siguiente cuestión que le planteamos a Soledad es esta: ¿en qué aspectos cree que influye la evaluación en la evolución del alumno?

En todos los aspectos. La evaluación es un proceso necesario en el proceso de aprendizaje del alumno puesto que implica dar información al aprendiz sobre la evolución en ese proceso  para orientarse.  La evaluación hace referencia a valorar el desarrollo de competencias de los alumnos, es decir, el grado de consecución en las mismas.
          Y por último algo más personal: si de usted dependiera, ¿calificaría? Y en caso de que la respuesta fuese negativa. ¿Qué metodología evaluativa seguiría en su lugar? 


Creo que los instrumentos válidos de evaluación son la observación de la evolución del alumno según las tareas propuestas, la valoración de los trabajos y producciones realizadas por los alumnos, la autoevaluación y la coevaluación.
Tras leer con detenimiento las respuestas y enlazarlas con aquellos escritos a los que hemos tenido oportunidad de acceder, hemos llegado a la conclusión de lo siguiente: la calificación es un proceso que no tiene cabida en la educación contemporánea y que ha de ser sustituido de los ámbitos educativo y administrativo de la Escuela. La evaluación es una completa manera de atender a todas las necesidades de los alumnos y de poder llevarlos a recorrer el camino correcto. También es aplicable a la participación y la cooperación, disponemos de las herramientas necesarias para ello y solo mediante la observación y la atención de una persona que muestre interés real por su futuro y porque lleguen a alcanzar un total aprendizaje que ellos mismo hayan iniciado, se pueden conseguir la perfección personal. La calificación únicamente genera productos, la evaluación crea personas completas en todos los sentidos, tanto personal como académicamente hablando.

En tanto y en cuanto se consiga esta evaluación el alumno podrá desarrollar una actitud y una postura crítica ante la sociedad en la que vive y que solo llevará a la mejora de la misma, una mentalidad que solo se puede expresar en una realidad democrática y que solo genera democracia. No coarta ni etiqueta. La evaluación expande la creatividad y hace responsable al niño de elegir su camino, puesto que para alcanzar a responder todas las preguntas que se le vayan planteando no hay una sola respuesta.

        Para finalizar, podemos confiar en que el futuro de la Escuela esté lleno de libertad, puesto que el único límite lo ponen ellos: los niños. 


El único límite existe en nuestra conciencia.





1 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente trabajo. Muy bien relacionadas la preguntas de la entrevista con los textos consultados. Enhorabuena.

Publicar un comentario

 
Copyright 2009 EL BLOG FANTÁSTICO. Powered by Blogger
Blogger Templates created by Deluxe Templates
Wordpress by Wpthemescreator